La mayor satisfacción que puede tener un equipo docente es, con los años, comprobar que las semillas sembradas dan sus frutos. Hemos tenido la oportunidad de verlo con la visita de una antigua alumna.
Por muy intensa que sea tu vocación, hay momentos en los que la labor del maestro es ciertamente ingrata. La sociedad asigna al maestro un conjunto de responsabilidades que lo hacen padre, enfermero, psicólogo, apóstol, pedagogo y funcionario. Con todo, éste debe ser
un oficio para ejercer por vocación. De esto que se necesitan apóstoles, hombres y mujeres, que con empeño emprendan la que a veces es una ingrata y difícil misión.
Es cierto que los docentes somos como árboles en constante crecimiento, que tratan de dar unos frutos con unas semillas que algún día puede que germinen. Y no hay mayor recompensa para un profesor que se precie de serlo, que tener la suerte de ver como tras germinar, esas
semillas florecen. Y este ha sido el caso que hemos tenido en nuestro centro educativo, tras la visita de una antigua alumna, Isabel Bueno Bianchi.
Grata fue nuestra sorpresa, cuando esta estudiante de odontología de la Universidad de Sevilla, se puso en contacto con nosotros para ofrecerse a impartir, de forma voluntaria, una charla a nuestros alumnos acerca de la importancia de una correcta higiene buco-dental y
sobre los hábitos alimenticios que perjudican la salud buco-dental. Obviamente se le recibió con los brazos abiertos, y nuestros chicos y chicas tuvieron la oportunidad de conocer a fondo el porqué de estos hábitos de higiene. Pero más allá de todo eso, lo que se queda grabado en el corazón de un maestro, en la mezcla de sentimientos de orgullo y agradecimiento. Orgullo por poder comprobar que de nuestro colegio ha salido una alumna excelente, agradecimiento por ver que nuestros antiguos alumnos nos recuerdan y aprovechan para volver a casa cuando pueden. Porque eso es inamovible, está siempre será su casa.